En Tarapoto (Alto Amazonas), nos encontramos a chamanes ejerciendo de médicos del cuerpo y del alma en la selva. En sus ceremonias y rituales también se utilizan poderosos brebajes para “abrir el espacio” y acometer la sanación y la purga. El alcance de sus conocimientos está más allá de toda explicación racional, y sólo otro tipo de proceso cognitivo podría explicar el profundo saber que estos indígenas tiene de su entorno.
Seguramente la clave aquí esté en el poder de la Ayahuasca, una liana de considerables efectos psicotrópicos (alteración de las comunicaciones neuronales y de la propia conciencia), a menudo denominada la Reina de la Floresta para subrayar así su carácter extraordinario. El “viaje” que proporciona su ingesta (casi siempre mezclada con hojas de un arbusto local) es altamente significativo, y no puede ser calificado de alucinatorio. La comunicación es amplificada, a veces hasta alcanzar la “comunión”: el chamán experimentado puede “ver” la esencia de las cosas, de las criaturas. Para los chamanes, la ayahuasca es un ser divino, y al tomarlo empieza a actuar desde nuestro interior. La purga que produce a nivel físico y hasta psíquico es definitiva.
En algunas zonas de Perú, el chamán también utiliza el tabacodurante las sesiones de ayahuasca. El oficiante lo exhala sobre el brebaje antes de tomarlo, y, en varias ocasiones, sobre la coronilla del paciente para limpiar el punto que nos conecta con el Universo. El tabaco es conocido por todos los pueblos de América por su poder como convocador de espíritus. Fumado, exhalado, esnifado, untado, ingerido, hay cien maneras de prepararlo, dependiendo del efecto deseado pero que suele ser normalmente el purgativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario