jueves, 17 de mayo de 2012

Zonas deserticas




En los rituales de sanación de las zonas desérticas suele ser habitual la ingesta del cactus llamado San Pedro, uno poderoso enteógeno. Nos acercamos a Tucumán para asistir, de la mano de Víctor Bravo -un chamán de prestigio- a una de sus sesiones. Los chamanes suelen ser personas muy respetadas, ya sea por temor o por fe.

  Los trabajos de curación aquí suelen denominarse “mesas”, quizás porque suelen desarrollarse alrededor de una, engalanada con una profusión de objetos de las mas dispares procedencias que la  cubren por entero. La simbología de una mesa es siempre la de una realidad bien asentada (4 patas para los 4 mundos: tierra, agua, aire y fuego), un espacio sagrado que debe reunir los símbolos principales de la cosmovisión  del curandero. Por ello encontraremos hierbas, piedras y cristales, estampitas religiosas, una cruz, el omnipresente tabaco (indispensable por sus poderes catalizadores en cualquier rito chamánico), amuletos e incluso alguna espada, con la que el oficiante puede llegar a cortar simbólicamente los “nudos” invisibles causantes del malestar del paciente. 

  La “Mesa” comienza con un Padrenuestro y un AveMaría, a los que siguen invocaciones a los Espíritus de lugar y a las fuerzas de la Naturaleza para que ayuden durante la sesión. Ésta dura varias horas durante las cuales los pacientes expresan sus males y el chamán “opera” en lo invisible mediante el empleo de los objetos rituales y de los “encantamientos” (cantos y letanías mágicas) que va desgranado, acompañado siempre del ritmo de su sonajero o maraca. El oficiante suele tener a uno o dos ayudantes/aprendices que le asisten en sus “trabajos”.

  La sesión suele acabar con las luces del alba, tras “limpiar” los objetos utilizados de las influencias negativas que puedan haberlos contagiado, y perfumar con esencias y extractos florales o vegetales al paciente ya curado.

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